Quisiéramos que esta sea la primera entrega de una serie de artículos. Ya veremos si nuestro sueño puede cumplirse y las obligaciones de la vida cotidiana nos lo permiten.
- Nuestro encuentro con el Profesor
Hace unos años comenzamos a leer al Profesor: el señor John Ronald Reuel Tolkien. Debemos reconocer que en un principio fue la experiencia compartida por los expertos de su inmensa obra la que nos atrajo y no tanto un encuentro directo con sus obras; esto suele suceder.
Con el pasar del tiempo y conociendo a personas que tenían un trato más cercano con los escritos de Tolkien, nos fuimos adentrando en su imaginario plasmado en papel (porque hay un imaginario que nunca conoceremos y es lo que Tolkien no alcanzó a escribir) y, con el tiempo, en sus escritos más académicos.
El deslumbramiento fue progresivo, casi sin darnos cuenta. Lo que fue una sencilla cita de alguno de los tomos de «El señor de los anillos«, pasó a ser un espejo a través del cual la realidad cotidiana se veía mejor. Luego un verso de alguno de sus poemas, como es el caso de «Mitopoeia«, pasó de ser simplemente una línea que encajaba bellamente en el conjunto de los versos, a ser una síntesis y expresión mística de lo profundo de la realidad y su relación con el lenguaje humano1. Como decíamos, esto comenzó a suceder cada vez más seguido; los ejemplos abundan.
Tal vez el toque de gracia que definió nuestra alta estima por la opera omnia del Profesor, fue el descubrimiento de su labor académica. Tiempo atrás, habíamos podido leer el libro de Joseph Loconte titulado “Un hobbit, un armario y una Gran Guerra”2 y gracias a este, habíamos tomado profunda conciencia, no solo de la magnitud de la Primera Guerra Mundial que sacudió a nuestra humanidad en el siglo pasado, sino del papel que allí habían desempeñado tanto Tolkien como el autor de Las crónicas de Narnia: Clive Staples Lewis. Lo que esos hombres experimentaron definió profundamente el resto de sus vidas como escritores. Pero lo que más nos conmovió fue que ambos (aunque en este momento nos restringimos a Tolkien) hicieron uso de sus plumas y sus grandes mentes para proponer una cosmovisión alternativa al pesimismo que invadiría la cultura de la posguerra y que luego se profundizaría enormemente al estallar la Segunda Guerra Mundial.
El interés de Tolkien por la literatura clásica, la mitología y el fairytale (cuento de hadas) le permitió teorizar3 sobre la existencia humana, su capacidad de contar historias y el papel que el lenguaje juega en todo esto4.
- El Profesor, la literatura inglesa antigua y un colega del otro lado del Atlántico
Tolkien, primero como lector y, posteriormente, como académico, fue un gran amante de los relatos antiguos, principalmente los concebidos en su tierra natal. También es sabido el gran amor que tenía por los idiomas, llegando a dominar una gran cantidad de lenguas “muertas” desde una muy temprana edad.
Así, podemos encontrarnos hoy con ejemplares de la leyenda arturiana Sir Gawain and the Green Knight, la balada bélica The Battle of Maldon y la clásica epopeya anglosajona Beowulf, traducida por él mismo desde el inglés antiguo.
Será otra ocasión la que amerite una opinión sobre la traducción y comentario que el mismo Tolkien realizó de esta última obra; pero mencionamos esto sucintamente con el propósito de hacer notar cómo un académico como el Profesor se dedicaba a temas muy semejantes a los que en nuestra patria argentina se dedicaba otro estudioso de las lenguas antiguas. Un hombre que ya desde muy joven debió emigrar con su familia a Europa para comenzar una vida de gran amor a las letras, las historias y las lenguas. Nos referimos a Jorge Luis Borges.
- Nuestro encuentro con Borges
Ya desde jóvenes nos encontramos con Borges. Resultaba un escritor atractivo por las temáticas que trataba en sus cuentos: el infinito, la dualidad, los gauchos, el olvido, la alteridad, las grandes historias de la literatura que él tomaba para elaborar una historia propia. Así conocimos, por ejemplo, a Don Quijote, a través de su cuento “Pierre Menard, autor del Quijote”, o a Martín Fierro, a través de “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”, y podríamos seguir así por muchas líneas más. Las vastas lecturas de Borges, quien sentenció que se enorgullecía más de sus páginas leídas que de las escritas, nos han llevado, y así puede hacer con cualquiera que se adentre en sus cuentos, a mundos asombrosos5.
Verdaderamente, un capítulo aparte (o un escrito entero aparte) merece su obra poética; en la cual nos adentramos hace menos tiempo, pero que en cada acercamiento, nuestra imaginación sale renovada por la magnitud de los temas que su genial pluma trata hilvanando magníficos versos6. Para mostrar la destreza de Borges nos basta mencionar el “Diecisiete haiku”, en el cual hilvana diecisiete poemas originales recurriendo a una estructura de la literatura japonesa; muy difícil de elaborar en un poema más general. La belleza de al menos algunos de estos “micropoemas” merece ser citada:
5
Hoy no me alegran
los almendros del huerto.
Son tu recuerdo.
14
¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?7
Llegamos así a nuestro tema de interés, el cual esperamos que se dimensione luego de haber presentado algunos aspectos de la obra de Borges, cuyo peso en la literatura universal aún no dimensionamos.
Una faceta de este gran escritor argentino, a veces olvidado, era la de profesor. Efectivamente, en 1955, fue designado para la cátedra de Literatura inglesa y norteamericana de la Universidad de Buenos Aires, tan solo un año después de ser nombrado Director de la Biblioteca Nacional.
Gracias a los misteriosos senderos de la providencia divina, en 1966 un grupo de estudiantes que asistía a las clases de Borges, decidió grabar en cinta magnetofónica el curso para aquellos compañeros que no podían asistir. Más allá de que las cintas no se conservaron, sí lo hicieron las desgrabaciones de los alumnos, que analizadas y corregidas en los errores propios de alumnos iniciados en el tema, fueron publicadas en el año 20008.
* * *
En estas clases Borges sacó a relucir su inmensa erudición9 en muchas de las mismas temáticas que le atraían a nuestro querido Profesor Tolkien, quien, desde el Reino Unido, estudiaba y profundizaba en sus escritos académicos e imaginativos, como por ejemplo las ya citadas anteriormente y The Battle of Maldon y Beowulf.
Bástenos por ahora mostrar algo de la profunda relación que tenían estos hombres del siglo XX. Será para otra ocasión profundizar en esto. Roguemos a Dios que nos dé el tiempo.
Bibliografía
TOLKIEN, John Ronald Reuel, The Hobbit and The Lord of the Rings, William Morrow and Company, 2014.
TOLKIEN, John Ronald Reuel, Tree and leaf, including Mythopoeia, HarperCollins, 2009.
LOUVET, Alexis, Apostillas al poema ‘Mitopoeia’ y otros ensayos sobre la obra de JRR Tolkien, Editorial Cien Pájaros, 2021.
LOCONTE, Joseph, Un hobbit, un armario y una Gran Guerra, Eucatástrofe Ediciones, 2022.
BORGES, Jorge Luis, Cuentos completos, Debolsillo, 2014.
BORGES, Jorge Luis, Obra poética, Sudamericana, 2011.
BORGES, Jorge Luis, Borges profesor. Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires, Emecé, 2000.
Citas
1. Sobre este tema les recomiendo insistentemente que puedan leer la obra del padre Alexis Louvet: Apostillas al poema ‘Mitopoeia’ y otros ensayos sobre la obra de JRR Tolkien, Editorial Cien Pájaros, 2021.
2. Se encuentra una edición en castellano publicada por Eucatástrofe Ediciones, 2022.
3. Entendemos “teoría” en el sentido clásico de “contemplación” para reflejar lo real más nítidamente.
4. Merecerían un estudio aparte los aportes de Tolkien a una filosofía del lenguaje por momentos explícita, por momentos implícita, en muchos de sus escritos, tanto imaginativos como académicos. Esto adquiere un interés mayor si se lo enmarca en el contexto epocal de Tolkien, a saber, el siglo XX en el cual que fue escenario del famoso giro lingüístico que tiene a Wittgenstein, en su primera etapa, como exponente principal.
5. Por solo recomendar algunos para comenzar a leer al gran Borges recomiendo “El libro de arena”, “El jardín de los senderos que se bifurcan” y “Funes, el memorioso”.
6. Nuevamente, recomendamos comenzar por bellos poemas como “Ausencia”, “El Golem” y “Milonga de Jacinto Chiclana”.
7. Obra poética, Jorge Luis Borges, Sudamericana, 2011.
8. Esta edición fue publicada bajo el nombre de Borges profesor. Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires, Emecé, 2000.
9. Maravilla leer cómo Borges citaba versos y explicaba etimologías de palabras en las lenguas originales de los textos antiguos que trataba en clase. Esto también puede verse en algunas de las entrevistas hechas a Borges que se encuentran en Youtube.