Tolkien y las maravillas de la creación (I)

Unas preguntas que le resultan naturales al hombre por su esencia versan sobre de dónde venimos, hacia dónde vamos, quiénes somos, porqué estamos donde estamos y demás. Es decir, el descubrimiento propio y el de todo lo que nos rodea. El hombre por naturaleza tiende a lo que trasciende y tiene un espíritu inquieto, sediento de conocimiento. Esta es la motivación por la que la ciencia constantemente se esfuerza en tratar de descubrir mirando hacia lo más profundo del pasado, cómo se creó el mundo. Y de esto me gustaría hablar en el día de hoy.

Tolkien, en su legendarium, crea un mito sobre la creación del universo que le da sentido a todo lo que sucede en las extraordinarias historias que se desarrollan en ‘El Silmarillion’, ‘El Hobbit’ y ‘El Señor de los Anillos’. La creación de Arda, que es una lectura fascinante y muy bella, que se encuentra en el primer capítulo de ‘El Silmarillion’, titulado “Ainulindalë” y que sin duda es una lectura que recomendamos- es este mito tan especial.

Siguiendo la creatividad característica de El Profesor, este mito nos cuenta que la creación del mundo se da por obra de la música. A modo de introducción y fogoneo, para los que no hayan leído esta parte, el escritor británico Joseph Pearce menciona en su libro “Tolkien: hombre y mito” este relato como “la parte más importante de El Silmarillion” y agrega que “este mito de la Creación es quizás el más significativo y el más hermoso de todo el mundo de Tolkien”.

Ilúvatar, como el creador y Dios único y absoluto del Universo, llamado Eru ‘el único’ por los elfos, crea a los Ainur a partir de su pensamiento, que son seres espirituales y los primeros seres vivientes creados. Luego los instruye en la música para que sean los artífices de esta música magistral, que les propone para crear el mundo a partir de una visión donde les muestra el universo y el mundo que soñó. Este sería el tema de la creación. Entonces los Ainur cantan el tema. Y descubren la maravilla de la obra creadora por un instante. Pero hizo falta la palabra, la orden y el poder de la Llama Imperecedera de Ilúvatar para crear Eä. Así, se le dio a la Visión sustancia y realidad, es decir que le da el ser a las cosas. Del vacío, de la nada, a través de la música, sucede la creación.
En todo este proceso, mientras los Ainur cantaban, se escuchaban algunas melodías que no sonaban armónicamente, que era lo que ejecutaba Melkor, ya que no estuvo de acuerdo con la Visión que Ilúvatar les mostró y quiso ejecutar su propia música, lo que generó discordia y conflictos, que luego resuelve Ilúvatar dando la última nota. Este es un punto importante porque Melkor era entre todos los Ainur, el más grande y poderoso. Y al reconocerse así, buscó ocupar el trono de Eru.
Los Ainur quedaron tan maravillados por la creación, que Ilúvatar les permitió a algunos de ellos entrar en el tiempo y el mundo recién creado para darle forma y terminarlo, pero especialmente tenían la misión de preparar la llegada de los Hijos de Ilúvatar, donde habitarán según sus planes. En Eä, estos espíritus divinos y sin cuerpo se convirtieron en los elementos y poderes de la naturaleza, adquieren una forma física, una personalidad, un género y estaban emparentados los unos con los otros.
Los Ainur que entraron en Arda se dividen en dos órdenes: los Valar y los Maiar; lo más parecido a los dioses y semidioses.
Una vez creado el mundo, y luego de que los Ainur entraran en él, comienza la cuenta del tiempo.
Arda es el nombre que recibe el mundo en que transcurren los acontecimientos de casi todas las obras de Tolkien. Se encuentra en Eä, el universo creado por la Música de los Ainur, y durante su historia ha ido cambiando de forma, tanto de continentes como de forma planetaria. Dentro de Arda hay muchas regiones, siendo la más conocida de ellas la Tierra Media o Endor, que es donde ocurren los acontecimientos del relato de ‘El Hobbit’, ‘El Señor de los Anillos’ y parte de ‘El Silmarillion’. Tolkien reveló que Arda se convertiría en la Tierra actual después de muchos siglos tras la Tercera Edad. Y algo también muy interesante es que, gracias a la prolijidad característica de El Profesor, tenemos una medida cronológica que nos permite tener con mucha exactitud y coherencia el conteo del tiempo desde la creación de Arda hasta la Tercera Edad del Sol, posterior a la Guerra del Anillo. Se usa la medida cronológica del año valeriano y de las edades valerianas. Cada año valeriano equivale a 10 años tal como los conocemos nosotros. Y cada edad valeriana contiene 100 años valerianos, es decir, cada edad valeriana equivale a 1000 años humanos. Entonces podemos decir que transcurrieron 37 edades valerianas, o, para ser más exactos, de 37063 años humanos.

Sobre este relato, me gustaría marcar algunas notas características:
1) El mito de la creación de Arda cuenta con una explicación del origen del universo (incluido el origen de todos los seres) a partir de un Creador, Ilúvatar.
2) Cuenta en un principio con la creación de seres espirituales (los Ainur), dentro de quienes se encuentran Melkor, el más poderoso. Y lo interesante de él, es su alzamiento y su caída.
3) De esta caída se desprende la eterna lucha entre el bien y el mal.
4) Y posteriormente veremos a través de la historia una oferta de redención.Estos elementos nos resultan familiares. Vemos cómo la formación cristiana de Tolkien influye en su obra y la enriquece, en este caso encontrando muchas similitudes con los relatos del libro del ‘Génesis’ de la Sagrada Escritura. Y también podemos encontrar una fuerte influencia de la filosofía medieval.

Lo verdaderamente enriquecedor de estos relatos es descubrir cómo la obra de la creación a partir del principio creador que es Ilúvatar corresponde a una visión en la que desde el principio soñó y amó a los hombres y a los elfos y que, por consiguiente, lo creó todo para ellos. ‘El Silmarillion’ relata de una manera bellísima cómo todo fue preparado en el mundo para que lleguen los elfos, y posteriormente para la llegada de los hombres. Y cómo durante el tiempo que transcurrió, los Ainur presentes en el mundo, Valar y Maiar, trataron de mantener la armonía y la perfección del mundo, incluso pese a las complicaciones constantes que generaba Melkor.
Otra cosa muy interesante, y que realmente se puede contemplar bien viendo las películas, es cómo muchos de los personajes se enamoran rotundamente de la naturaleza creada. Podemos verlo en los hobbits con su amada comarca bien verde, en los miembros de la comunidad del anillo al atravesar distintos tipos de paisajes y climas, y también con los enanos de la compañía de Thorin Escudo de Roble.

Particularmente soy una persona que me encanta contemplar lo que me rodea y sin duda alguna descubro que la naturaleza es un regalo de Dios y un lugar extraordinario para encontrarlo, donde todo es armonía, belleza y perfección. Y por fe, convencido de que Dios, tal como Ilúvatar en estos relatos, tiene una visión o un plan para cada uno de nosotros que es perfecto.

BIBLIOGRAFÍA
– J.R.R Tolkien: El Silmarillion (Ed. 33, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Minotauro, 2018)
– Tolkien: El hombre y el mito, Joseph Pearce (Barcelona, Minotauro, 2000)

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