La bomba atómica y ‘El sobrino del mago’: una reflexión muy actual

por Fernando Payá Bosch

En el capítulo V de El sobrino del mago, C.S. Lewis narra la prehistoria de la Bruja Blanca, cuyo nombre original es Jadis, la reina de Charn. En mi opinión, esta historia contiene, entre otras cosas, una reflexión muy aguda sobre el mundo que Lewis estaba contemplando en el siglo xx (y todavía muy actual).

El sobrino del mago, publicado en el año 1951, es la génesis de Narnia, el origen del mundo ficticio que Lewis construyó en algunas de sus novelas; el libro narra las aventuras de Dígory y de Polly, dos niños vecinos, que descubren el modo de acceder a otros mundos, a través de la magia del tío de Dígory: Andrés.

Antes de llegar a Narnia, Dígory y Polly ingresan a un mundo llamado Charn y, mediante un accidente, traen a la vida a Jadis, la última reina de Charn. Ésta les cuenta su historia mientras les enseña su mundo, que se encuentra vacío, desolado, viejo y a punto de morir. 

‘Muy abajo y cerca del horizonte colgaba un enorme sol rojo, mucho más grande que nuestro sol. Dígory pensó de inmediato que además era más viejo que el nuestro; era un sol cercano al fin de su vida, cansado de posar su mirada sobre aquel mundo. Y en la tierra (…) se extendía una vasta ciudad en la cual no se veía cosa viviente’ (Lewis, 2003, p.68-69).

La Reina, entonces, les explicó cómo alcanzó su mundo ese estado de desolación absoluta. Ella y su hermana pelearon por el trono. Habían acordado no usar magia en la guerra bajo solemne juramento. Esto era importante, sobre todo, porque Jadis conocía la Palabra Deplorable (the Deplorable Word), un hechizo secreto que tenía el poder para destruir todas las cosas vivientes.

‘Los reyes de antaño [explica Jadis] eran débiles y blandos de corazón y se comprometieron con grandes juramentos a que ni ellos ni los que les sucedieran jamás intentarían siquiera conocer esa palabra. Pero yo la aprendí en un lugar recóndito (…) No la utilicé hasta que mi hermana me obligó a hacerlo…’ (Lewis, 2003, p.72). 

Jadis llevaba la peor parte en la batalla, ya habían matado a todos sus hombres, cuando decide pronunciar la Palabra Deplorable y aniquilar así todos los seres vivientes de su mundo, incluyendo a su hermana.

La historia, sin embargo, nos suena conocida. Creo que, detras de este episodio, C.S. Lewis está ensayando una alegoría. A sólo seis años de Hiroshima, en medio de un mundo polarizado entre las dos grandes potencias del momento -Rusia y Estados Unidos- y bajo la continua amenaza de una guerra nuclear, Lewis recrea una situación similar en su novela, donde todo cobra una transparencia insospechada.

La historia de la Bruja le permite imaginar un futuro distópico, que es una posibilidad también para nuestro mundo. Esa distopía de Charn es la consecuencia lógica del poder ilimitado y desenfrenado de la Reina. Lo que más nos impacta de su historia es su radical soledad, la devastación en la que se ha sumido su reino y el modo en el que languidecen todas las cosas de su mundo. Es un mundo sin posibilidades, terminado, acabado. No se trata sólo de una devastación material (incluso el sol se está muriendo) sino también de un agotamiento espiritual y moral: no hay convivencia humana posible, no hay encuentro, no hay lugar para el amor ni para la comunión; es el triunfo absoluto del odio y de la guerra. En ese sentido profundo, ese mundo está acabado.

La imagen de Lewis entonces nos lleva a poner en el centro de la reflexión el poder del ser humano y las capacidades autodestructivas que éste encierra.

De manera sorprendente otro humanista cristiano, Romano Guardini, en el mismo año en que C.S. Lewis publica su El sobrino del mago (1951), escribe una obra con una temática idéntica llamada El poder. Sus consideraciones convergen de manera admirable con las del escritor inglés.

Guardini advierte que para nuestro tiempo el poder y la técnica se han vuelto algo problemático. Ha caído ya -o al menos, se ha puesto en duda- el paradigma de la modernidad según el cual todo avance tecnológico equivale a un progreso humano.

‘Nosotros no pensamos ya que el aumento de poder equivalga sin más a la elevación del valor de la vida (…) En la conciencia de todos brota el sentimiento de que nuestra relación con el poder es falsa, y de que, incluso, este creciente poder nos amenaza a nosotros mismos. Esta amenaza ha encontrado en la bomba atómica una expresión que afecta a la fantasía y al sentimiento vital del hombre de la calle, convirtiéndose en símbolo de algo de importancia universal’ (Guardini, 1963, p.17). 

Creo que esta reflexión, en la que coinciden estos dos grandes autores, es de una gran relevancia para nuestro tiempo. En tiempos de avances tecnológicos cada vez más deslumbrantes -la inteligencia artificial, las modificaciones biológicas y las “mejoras” técnicas de la naturaleza humana, así como artefactos de guerra cada vez más destructivos y letales- estos autores nos invitan a problematizar este enorme poder; no podemos caer en el paradigma moderno y admitir sin más todo avance técnico como auténtico progreso humano. Es menester un sereno discernimiento de todas estas novedades, con conciencia ética, y con una sensibilidad especial al servicio de la vida y del ser humano. Si no lo hacemos, cualquier avance tecnológico puede convertirse en la próxima Palabra Deplorable, que conduzca a la humanidad hacia un mundo distópico y desolado como el de Charn.

Por último, creo que Lewis nos advierte también, acerca del modo correcto de ejercer el poder. Jadis, la Reina, concibe el poder como un instrumento de dominio puro, de superioridad absoluta por sobre los demás. Su resultado es la ruina y la soledad totales. No admite una moral, ni nada que esté por encima de ella. Por ese motivo no puede soportar el aire de Narnia, porque en él hay “una magia más profunda”. “Sintió que todo ese mundo se llenaba enteramente con una magia muy diferente a la suya y más poderosa. La odiaba” (Lewis, 2003, p.116).

En cambio, Aslan tiene otro modo de entender el poder. Un poder que es atención a los demás y sus necesidades, un poder que es servicio y cuidado del prójimo. Un poder, si se quiere, evangélico, consistente en el amor.  Por este motivo elige como primer rey de Narnia a un humilde y sencillo cochero y su mujer: gente sencilla, respetuosa y honrada. “Hijos míos, ustedes serán el primer Rey y la primera Reina de Narnia. Ustedes gobernarán y darán nombre a todas estas criaturas, y harán justicia entre ellas, y las protegerán de sus enemigos cuando éstos surjan” (Lewis, 2003, p.159).

Una vez más Narnia -y la literatura- nos ofrece la oportunidad de ver con más claridad las cosas. No es imposible soñar con algo parecido a Narnia para nuestro mundo: un mundo en el que no haya lugar para la bomba atómica.

BIBLIOGRAFÍA

  • Guardini, R. (1963). El poder. Guadarrama.
  • Lewis, C.S. (2003). El sobrino del mago. Editorial Andrés Bello.

1 comentario en “La bomba atómica y ‘El sobrino del mago’: una reflexión muy actual”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio