El valor del hogar y de las cosas sencillas

así se expresaba Tolkien pensando quizás en sus queridos hobbits tan dados a las grandes fiestas acompañadas de una buena comida. Puede sonar extraña esta frase en boca de uno de los más grandes intelectuales del s. XX. Sin embargo, cualquiera que conozca mínimamente al profesor de Oxford, sabrá que era en las reuniones en el pub a horas intempestivas (rodeado de sus colegas profesores y cerveza en mano) donde Tolkien compartía con ellos y les hacía partícipes de sus historias, personajes, lenguas…

Y es que Tolkien era un gran amante de la cotidianidad. Las grandes y bellas descripciones de Tolkien que tanto entusiasman aparecen a menudo impregnadas de minuciosos detalles sobre objetos o escenas cotidianas. Todo es susceptible de descripción ya que todo es susceptible de admiración, desde los petardos de Gandalf: “Dentro de los petardos venían unos instrumentos pequeños, pero de fabricación perfecta y sonidos encantadores”; hasta la luz que irradian los elfos: “No llevaban luces, pero un resplandor semejante a la luz de la luna poco antes de asomar sobre la cresta de las lomas les envolvía los pies.”

Aparentemente Tolkien no fue un hombre de grandes hazañas y aventuras. Vivió una vida dedicada al estudio, la enseñanza y la familia. Al igual que los hobbits podría decirse que Tolkien supo gozar toda su vida de los “pequeños placeres de una vida sencilla”. Su vida cotidiana era su verdadera fuente de inspiración como han demostrado diversos estudiosos de la vida y obra del profesor. Sin ir más lejos, basta recordar que fue contando un cuento a su hijo antes de irse a dormir como creó el famoso personaje de Bilbo Bolsón, cuya historia luego le sirvió de base para escribir El Señor de los Anillos.

En su juventud, Tolkien experimentó el dolor que causa abandonar el hogar cuando tuvo que ir a luchar al frente durante la Gran Guerra. El sufrimiento vivido durante la guerra solo pudo ser paliado, en parte, por la certeza de saber que estaba luchando por defender aquello que más amaba: Inglaterra, su hogar. Si algo nos enseña Tolkien es que el héroe no es héroe por desear salir fuera de su hogar a correr aventuras. El héroe es héroe precisamente porque conoce el valor sagrado de su hogar y sale a defenderlo cuando este se encuentra en peligro.

Así lo entienden muchos de los personajes de Tolkien que pueden recordar en cierta manera a Odiseo, el héroe de la mitología griega que por encima de todo deseaba volver a su hogar. El itacense también tuvo que combatir lejos de su tierra para defender el hogar que tanto amaba. Tras la guerra de Troya y aunque se “entretuvo” durante su regreso siempre tuvo los ojos puestos en su hogar. Odiseo sabía, igual que Frodo, que por muchas maravillas que parezca ofrecer el mundo exterior, la verdadera felicidad la encuentra uno en el hogar, en la familia y en los verdaderos amigos.

Una de las escenas más entrañables, a mi modo de ver, en El Señor de los Anillos tiene lugar cuando Sam se ve obligado a desprenderse de sus utensilios de cocina al no poder cargarlos en el ascenso al Monte del destino. Aunque no pueda utilizarlos en su travesía por Mordor, esos utensilios cotidianos tienen un valor incalculable para él, ya que son el recuerdo de su hogar. Cargar las ollas y las cacerolas son una manera para los pequeños hobbits de llevarse una parte de la Comarca en su penoso viaje y, por ello, dejarlos abandonados en Mordor es quizá uno de los momentos más desgarradores para Sam.

Mientras cumple su misión, Frodo no olvida, gracias a Sam, que lucha por salvar su hogar: la Comarca. Por salvaguardar sus verdes praderas, las costumbres de sus gentes y (por qué no) la hierba para pipa. El resto de miembros de la Comunidad del Anillo también son exhortados durante el Concilio de Elrond a luchar todos unidos contra Sauron que amenaza los hogares de todos.

En el mundo actual, parece que no se valora mucho el hogar y se prefiere en muchos casos que la gente viva desarraigada sin depender de nada ni de nadie. Así es imposible tener verdaderos ideales por los que merezca la pena luchar. Tolkien nos da una gran enseñanza al demostrarnos que solo podemos luchar por cosas grandes si conocemos su valor. Ahora es el tiempo de la gente pequeña, de los hobbits, de aquellos que quieren defender su hogar y el valor de las cosas pequeñas. Es el tiempo de los que dan más valor a la comida, la alegría y las canciones que al oro. Solo ellos podrán luchar, como dice Sam, para que el bien reine en este mundo y este sea un mundo más feliz.

Bibliografía

•ESDLA, Tolkien, Círculo de Lectores, Barcelona, 2005
•El mago de las palabras, E.Segura, Casals, Barcelona, 2003
•La Odisea, Homero, Gredos, Madrid, 2000
•Permanecer, François Xavier Bellamy, Encuentro, 2021

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5 comentarios

  1. Melissa dice:

    ¡Hermoso! ❣️

  2. Isay dice:

    «Odiseo sabía, igual que Frodo, que por muchas maravillas que parezca ofrecer el mundo exterior, la verdadera felicidad la encuentra uno en el hogar, en la familia y en los verdaderos amigos.»

  3. David dice:

    Gracias por compartir un artículo tan épico, me llevo esta simple frase: «Si algo nos enseña Tolkien es que el héroe no es héroe por desear salir fuera de su hogar a correr aventuras. El héroe es héroe precisamente porque conoce el valor sagrado de su hogar y sale a defenderlo cuando este se encuentra en peligro.» Gracias Dama Blanca

  4. Emiliano dice:

    ¡Muy bueno! No imagino una aventura épica donde el héroe libre batallas sin tener claro porqué lo hace. Gracias!

  5. Hugo Rojas dice:

    Simplemente genial, gracias.

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