Ceorl, cabalgando contra la desesperanza

Este texto es una adaptación de la charla Tuk de José María Aguerre, realizada en la tercera edición del Poney Pisador: Puede verse aquí.

¿Alguien sabe quién es Ceorl?

Al inicio del capítulo “El abismo de Helm”, Tolkien nos cuenta cómo Theodem, junto a Gandalf, Eomer, Aragorn, Legolas y Gimli, se dirigen a los vados del Isen para asistir a Erkenbrand que estaba conteniendo a las tropas de Saruman.

El primer día de cabalgata ya las cosas se ponen complicadas. A lo lejos se veían unas nubes que estaban avanzando. Le piden a Legolas que mire entre las penumbras y allí dice algo que la primera vez que lo leí me dió un poco de miedo: “Veo una oscuridad. Dentro hay formas que se mueven, grandes formas lejanas a la orilla del río, pero qué son no lo puedo decir. No es una bruma ni una nube lo que me impide ver: es una sombra que algún poder extiende sobre la tierra para velarla y que avanza lentamente a lo largo del río”.

Pasa la primera noche, donde no se animan ni siquiera a encender un fuego por miedo a que los vean las tropas de Saruman. Al segundo día, acercándose al vado del Isen, la vanguardia detecta a un jinete que se acercaba. Este jinete solitario venía cabizbajo, con su casco abollado, y su escudo roto, el caballo lento y cansado. Llega hasta donde están las tropas de Théoden… pero Théoden, el rey, se queda (a propósito) oculto y en silencio detrás de sus guardias. El jinete se baja del caballo, llega a los hombres, y pregunta por Éomer: “¿Dónde está Éomer? Nos han derrotado. Erkenbrand tuvo que huir al Abismo de Helm. Nos superaron en número y muchos murieron en el Vado del Isen”. “¿Dónde está Éomer? Decidle que no queda ninguna esperanza. Que mejor sería regresar a Edoras antes que lleguen los lobos de Isengard”.

A este soldado le dieron una misión. Cuando fueron vencidos, todos se iban a esconder al Abismo de Helm a preparar la última defensa, pero a él le dijeron que fuera a la capital, a avisar lo que está pasando. A decirles que ya no hay esperanza. Imaginad a este caballero desesperanzado: los que venían con Théoden, tras dos días de oscuridad, ya estaban inquietos. Este hombre había luchado en la batalla contra los terrores de Saruman, y ahora le tocaba la misión de escapar; no con sus compañeros, sino solo.

De entre los guardias sale Théoden, el rey. Este lo mira, y lo primero que hace es llamarlo por su nombre: Ceorl. Théoden conocía a este soldado que ninguno de nosotros conocía. “Ceorl, soy el rey Théoden, y estos son los Eorlingas. Salieron de Edoras, y no van a volver hasta presentar batalla”. Imaginen la situación: el jinete venía cabizbajo, derrotado y con la armadura rota. Venía a avisar de que habían perdido, que tenían que huir, y se encuentra con el rey. Cualquiera de nosotros pensaría: “Pifié”. ¿Qué hace Ceorl cuando ve a Théoden allí? Se le cambia el rostro. Muestra una sonrisa de alegría. En medio de toda esa oscuridad, ¡una sonrisa de alegría! Saca su espada, mellada y rota, y lo primero que hace es arrodillarse y decirle al rey: a sus órdenes, Señor. 

El guerrero derrotado ve al rey, se alegra, y lo primero que hace es ponerse a su servicio. ¿Qué hace Théoden? Manda a pedir un caballo de refresco para este hombre, para que los acompañe al Abismo de Helm. Al terminar con el discurso, Théoden lo llama, lo perdona por su gesto de desesperanza, le ofrece el caballo de refresco, y le devuelve la esperanza. Este tema de la esperanza es un tema que acompaña toda la obra de Tolkien.

La obra está repleta de momentos de esperanza, incluso en momentos donde parece que las cosas ya no pueden más. Y es que justamente momentos como el Abismo de Helm, el momento en que llegan las águilas, o el impensable sacrificio de Frodo, nos hablan de un final feliz. Pero es ese final feliz que, como dice Tolkien, es eucatástrofe: ese giro inesperado hacia el bien. Un final feliz que sólo se alcanza, no por el cliché de que los cuentos de hadas tienen que terminar bien, sino que es por las acciones y decisiones de cada uno de los que han ido actuando. Se compone de las pequeñas acciones y gestos de los que se involucran. Desde los grandes señores a los soldados más golpeados. 

En su ensayo Sobre los cuentos de hadas, Tolkien nos dice que uno de los grandes valores de la fantasía es la Evasión. Los cuentos de hadas me sirven para evadirme. Pero no nos propone apartarnos de la realidad. Nos dice que el buen cuento de hadas nos puede propiciar la Evasión, casi como una ventana que nos deja mirar hacia otro mundo. Pero ojo, porque el buen cuento de hadas no tiene que ser nunca escapismo. Los buenos cuentos de hadas, la buena fantasía, nos dejan mirar a un mundo que es real. Es real porque en el cuento, en Fantasía, también hay dolor, sacrificio, situaciones oscuras, pero la gran diferencia es que en Fantasía hay valores: hay amistad, nobleza, honor. Y cuando estos personajes continúan por estos caminos y siguen estos valores, alcanzan el final feliz.

Tolkien nos dice que un buen cuento de hadas es el que nos permite ver que en otro mundo donde también hay cosas feas, horribles y malas que pasan todos los días, donde también hay una oscuridad gigante que nos rodea, si uno es fiel, tiene amigos y tiene valores, se alcanza el final feliz. 

Ceorl podría haber desertado. Imagínenlo: luchando contra los Uruk-hai y los lobos gigantes. La cosa está horrible y su general dice que todos se van al Abismo de Helm, donde hay una muralla, pero él debe ir solo hasta la capital. Más de uno de nosotros hubiera pensado: “nadie me ve, nadie me mira, así que me voy”. Ceorl podría haber desertado, podría haber escapado, pero continuó con su misión. Desesperanzado en la palabra, pero aun así cabalgando. Y sus pasos, reticentes y llenos de dudas, lo condujeron no sólo al caudillo que estaba buscando (Éomer), sino al mismísimo rey.

¿Cuál fue la recompensa que le dio el rey por hacer lo que tenía que hacer? Esperanza, sí, pero le dio un caballo. Un caballo de refresco. Si lo piensan, un caballo de refresco es energía, aire, vitalidad, para seguir luchando. Es decir, le da un caballo de refresco, no para huir y descansar, sino para seguir luchando. En eso consiste la esperanza: en seguir luchando cuando nadie quiere luchar, porque hay algo hermoso y valioso detrás de las sombras.

De Ceorl no sabemos absolutamente nada más. Es la única vez que se lo nombra en todo El Señor de los Anillos. Quizás murió en la batalla del Abismo de Helm, quizás murió en los Campos de Pelennor contra los olifantes. A mí me gusta pensar que Ceorl terminó siendo uno de los guardias de honor del rey Eomer. Pero lo que sí sabemos es que Ceorl no cayó en la desesperación. Luchó hasta el final. 

En este mundo donde la oscuridad parece cada día más grande. Donde las sombras muchas veces cubren nuestros ojos y nos ciegan a la esperanza, yo quiero ser como Ceorl. Porque es en los momentos más oscuros donde aparece la esperanza. Para aquellos que, aunque podemos estar cansados, nos sentimos rotos e impotentes con el mundo oscuro que vemos, para esas personas que tenemos el corazón en su lugar y pese a ver la oscuridad que nos rodea decidimos conservar la esperanza, para esos aparece la esperanza. Solo así podemos encontrar la luz en la oscuridad. Y quizás, como Ceorl, cuando menos lo esperamos, entre las sombras, encontrar al mismísimo rey. Quizás, estos días, en un pesebre.

1 comentario en “Ceorl, cabalgando contra la desesperanza”

  1. Excelente pero debo agregar que faltó aclarar que lo de Theoden no era simple «Amdir». Lo que le devuelve, como buen padre y Rey es la «Estel»
    Saludos.

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