“No puedes pasar desapercibido si naciste para destacar”

La película, basada en el libro con el mismo nombre, cuenta la historia de un niño de 10 años llamado August (Auggie), que sufre el Síndrome de Treacher Collins. Se trata de una malformación congénita que afecta al desarrollo facial. Por eso, Auggie fue sometido a 27 cirugías para poder respirar, ver y oír, pero ninguna de ellas lo hace lucir como un “niño normal”. Oculto tras un casco de astronauta, sus padres deciden inscribirlo en el colegio, donde tendrá que hacer frente a las miradas y comentarios de sus compañeros. Y así, dar sus primeros pasos para integrarse en la escuela y la sociedad.

    Creo que es una película que por la calidad de su historia y producción puede llevar a analizar muchos aspectos. Pero, en este caso, intentaremos relacionarla con la educación. Mejor dicho, con el corazón de la educación, donde se encuentran la autenticidad, la belleza y el valor. 

    Auggie se incorpora a 5º de Primaria, un momento muy importante en el desarrollo afectivo y social de los niños. Y si, los primeros pasos de él dentro de la escuela no son buenos; compañeros y padres que lo miran de reojo, bromas pesadas y la constante diferencia con que se lo trata no hacen más que herirlo, llevándolo a decir, en varias ocasiones, que odia a la escuela.

    Obviamente se da un punto de inflexión, porque no todo puede ser tristeza. Y, entre la cantidad de frases que nos deja la historia, la hermana de Auggie le recuerda: “No podes pasar desapercibido si naciste para destacar”. Aunque parezca una frase típica de libro de automotivación, quizá para estampar en una remera o una taza, en la misma se encuentra una gran verdad. Tenemos que brillar por nuestra autenticidad, eso que nos hace únicos, de otra forma nos vamos a gastar el tiempo intentando cumplir con algo que no somos y perderíamos la oportunidad de vivir de esa paz que nos da ser nosotros mismos. No menosprecies esos dones que tenes, explotalos. No escondas tu luz, ponela en lo más alto para, aunque parezca obvio, iluminar a los demás.  

     El beato Carlo nos dice: “Todos nacemos como originales, pero muchos mueren como fotocopias”. Para enmarcar en los colegios, sabiendo que todos tenemos algo que dar. Es increíble ver en las escuelas esa total potencialidad de los chicos, capaces de cosas que nosotros ni imaginamos, y está en los educadores la misión de ayudar a desarrollar esas capacidades dirigidas hacia el bien. Desde el más callado hasta el que no se queda quieto tiene una misión y cualidades que los hacen únicos.

     Podemos encontrar en Auggie a cualquier niño que conozcamos. No es una cuestión de uno solo sino que todos transcurrimos por la escuela, y muchos otros lo van a hacer después, es que esta institución tan grande es fundamental en el desarrollo íntegro de las personas. Por eso, aunque hoy en día la pandemia y las restricciones intercedan abruptamente en la educación, el hacer escuela va más allá de un banco o una computadora.

     La amistad durante la trayectoria escolar no puede faltar, pero vemos en esta historia que las relaciones humanas son complejas, y todo radica en el conocer al otro. Y acá aparece la belleza. 

     Por su deformación facial el niño llega a verse muchas veces como un monstruo. Ante esto se nos presenta otra gran idea: la verdadera belleza humana es la del corazón. Tenemos que enseñar a educar la mirada, se dice muchas veces, pero ¿y después? Hay que mirar y apostar al corazón, un órgano que oxigena, y que también procesa y distribuye los aprendizajes de todo tipo que se dan en la escuela y en la casa. Como nos enseña el Papa Francisco: “El corazón no se puede photoshopear”. Y volvemos a lo mismo, la amistad no puede faltar pero, con ese trabajo por conocer aparece esa amistad sin condiciones. Como le enseña su madre: “No sos feo y quien se preocupe por conocerte lo va a descubrir”. Educar la mirada para ver los problemas de los demás y ayudar. Como nos dice Auggie al final: “Si realmente quieres saber cómo es la gente lo único que debes hacer es mirar.”

     Tenemos la gran responsabilidad de tener en nuestras manos el desarrollo de nuestros alumnos, y, junto a los padres, debemos educar en los valores y educar valorando. Obviamente esos valores que buscamos transmitir tienen su raíz en la fe, sin la cual se hace casi imposible.  

     Educar en la fe y ser coherentes con la misma. No quedarse solo en la palabra sino, también, en las obras, y así enseñar con la mejor herramienta: el ejemplo. De esta forma se cambia nuestra vida, la del niño y la de los que en un futuro se relacionen con nuestros alumnos.

     Valorar el esfuerzo de los demás y el nuestro. Valorar lo que se tiene, por muy poco que parezca. Como los personajes que rodean a Auggie, sabiendo que cada uno tiene su lucha: su madre, su padre, su hermana, su mejor amigo, etc. 

     Al final, nuestro protagonista, le agradece al oído a su madre por llevarlo a la escuela, demostrando la importancia de no dejar de apostar nunca por la educación. Se ve rodeado de amigos, de docentes que lo contienen y guían, de directivos que protegen su trayectoria y de una buena unión entre su familia y la institución. Poco a poco ese casco de astronauta, que le servía de guarida en la que ocultarse de las miradas, va desapareciendo. A veces, también le gustaba imaginarse disfrazado de astronauta por el colegio, y así evadir la realidad. Su padre le explica que le gustaba pero que más le gusta la cara de su hijo. Y ese caparazón desaparece dando lugar a la realidad, y nosotros ¿Qué casco nos podemos sacar?

      Creo que es muy recomendable esta película para toda la familia. Para que padres e hijos y, porque no, docentes, se sienten y dialoguen sobre estos temas. A pesar de ser tantas veces vapuleada desde todos lados, hoy tenemos la oportunidad de darle el reconocimiento que se le debe a la escuela, sin olvidarnos del esfuerzo, invisible, de quienes están detrás. 

Por Javert El Pardo.

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