Columnista invitado – Francisco Bolzan Aramburu
Entre los habitantes de Arda, los Istari o sabios eran de los más poderosos. Siendo parte de la raza de los Maia, existiendo desde los comienzos del universo, estos seres vinieron a la Tierra Media con un propósito contundente: asistir a los pueblos libres en su lucha contra Sauron, el traidor. Que impresionante considerar esto, que siendo tan o casi tan poderosos como el Señor Oscuro, su deber no consistía en darle pelea cara a cara por el dominio del mundo, sino en brindarle a los hijos de Erü los conocimientos y herramientas necesarias para vencerlo por su cuenta.
Por supuesto, todos recordamos a Gandalf, aquel peregrino gris que viajó por cada rincón del oeste, silenciosamente instigando y alentando a elfos, hombres y todo ser de buena fe a plantarse contra los males que azotaban a la Tierra Media. Más allá de sus grandes hazañas, como su enfrentamiento contra el balrog en Moria, o sus numerosos cruces con los Nazgul, su mayor éxito sin dudas fue su dedicación a su misión, su fidelidad al propósito que desde arriba le fue encomendado. Fue esta fidelidad hasta el final la que no solo le permitió volver de la muerte, sino que creció en poder y majestad, duplicando con creces sus talentos, podríamos decir. Esto no es algo menor, siendo que de todos sus compañeros magos, él fue el único que logró su cometido. No nos vamos a detener en esta ocasión en Radagast o los magos azules, simplemente observar el paralelo que se puede hacer entre gris y blanco.
Saruman desde un inicio se postuló para esta tarea, la de asistir en la lucha contra Sauron, y le fue confiado el puesto más importante, la de liderar esta misión y presentar oposición al avance de Mordor. Sin embargo, poco conocemos del alcance de su poder. La única manifestación que conocemos del mismo es el poder de su voz, que a quien la oye lo dispone a todo comando que el mago le imponga. Del resto de sus poderes, solo sabemos que eventualmente los perdió.
Menciono esto porque nada en los textos nos indica que esto sea por una cuestión de humildad o sencillez, demostrando que Saruman es este ser de gran poder pero que no se deja llevar por los impulsos de mostrarse y ser visto. De hecho, de lo poco que sabemos de su personalidad es que posee un gran ego, el cual lo llevaría a la ruina. Mientras tanto, el mismo Gandalf, el cual sí mostró su poderío en más de una ocasión, siempre lo hizo de acuerdo a lo que demandaba la ocasión presente. Nunca para vanagloria ni reconocimiento, sino que puso esos talentos al servicio de la misión que le fue encomendada. Finalmente, sería él quien ocuparía el cargo de Saruman y crecería en dones y majestad, mientras su compañero solo caería en un nivel de desgracia cada vez peor.
Está claro que el ascenso de Gandalf es en recompensa por sus buenas obras, pero nunca se hace explícito el porqué del descenso de Saruman. Claramente no es por su mal obrar, dado que seres como el balrog y el mismo Sauron mantuvieron sus habilidades hasta su eventual caída, salvo aquellas que perdieron por su propio descuido (en el caso de Sauron, al concentrar la mayoría de su poder en el Anillo Único). Luego de reflexionar, creo haber encontrado una respuesta.
Si recordamos la parábola de los talentos, en ella se nos cuenta la historia de tres hombres. Cada uno recibe de su Señor una cantidad de talentos, y mientras los dos primeros duplican su cantidad inicial, el tercero se resigna y decide resguardar el único talento que recibió. Cuando el Señor vuelve para ver sus avances, se encuentra con este hombre que por miedo no aprovechó los dones recibidos y los guardó para sí. Al ver esto, le es quitado el talento y dado al primer compañero.
A mi parecer, el paralelo de este hombre pusilánime con el mago blanco es claro. Tal vez Saruman no se dejó llevar por miedo al creador o al Señor Oscuro incluso, pero ciertamente se dejó estar mientras el mundo seguía su curso. En lugar de estar en los frentes ayudando a los pueblos libres, se quedó resguardado en Isengard, lejos del resto y sin que nadie pudiera molestarlo. Incluso cuando llegó el momento de dar asistencia en forma de consejos y sabiduría, se guardó la información relevante para sí y guió al resto hacia caminos sin salida.
No es de sorprender entonces que, cuando fuese momento de expresar esos poderes (aún si fuese para mera defensa propia frente a sus antiguos aliados), dichos poderes se marchitaron como los músculos de alguien que no ya entrena, o la destreza de un deportista que ya no practica cotidianamente. Tal fue así que aquel que en un principio era el equivalente a un semidiós fue derrotado por los hombrecitos que tanto despreciaba.
Nuestras capacidades, nuestros talentos están para ejercitarlos, para darles uso en favor del bien común. Si yo no hago uso de esas facultades, lo único que sucederá es el desgaste y pérdida de dichas habilidades. Esto no significa que todos debemos ser como navajas suizas, que toda cosa que yo pueda llevar a cabo debo darle mi dedicación total y transformarla en uno de mis dones. Pero sí debo comprometerme con lo que me demanda el presente: yo puedo tener el potencial de ser un gran cocinero, pero si nunca cocino, difícilmente se concrete. Yo puedo ser bueno en muchas cosas, pero solo voy a llegar a la excelencia en aquellas a las cuales yo me comprometa y dedique mis días. No importa cuántas cosas sean, importa lo que voy a hacer con cada una. Por algo poder y potencial proceden de la misma raíz etimológica. Uno sin el otro no puede realizarse.
Cierro con esta pequeña acotación: si algo me recuerda todo esto, es la infinita complejidad de la obra de Tolkien, que no solo invita a recorrer un mundo maravilloso sino que también nos inspira a enfrentar el nuestro con renovado entusiasmo.
2 comentarios
Muy buen análisis! Nunca deja de asombrar Tolkien!
«Que impresionante considerar esto, que siendo tan o casi tan poderosos como el Señor Oscuro, su deber no consistía en darle pelea cara a cara por el dominio del mundo, sino en brindarle a los hijos de Erü los conocimientos y herramientas necesarias para vencerlo por su cuenta».
«Yo puedo ser bueno en muchas cosas, pero solo voy a llegar a la excelencia en aquellas a las cuales yo me comprometa y dedique mis días».
¡Las frases que más me gustaron de este artículo! Felicitaciones, Francisco. Quizás la pluma para escribir paralelismos entre las enseñanzas de vida y Tolkien sea un nuevo talento naciente.
¡Abrazo!