La gran incomprensión acerca de Frodo Baggins (I): “Debilidad”

por Thiago Rodríguez Harispe

“Miseri lectores, desinatis ineptire”
Un lector.

Prolegómenos

Frodo Baggins es, por gran diferencia, el personaje más malinterpretado y criticado de todo el legendarium de J. R. R. Tolkien.

Esta pequeña serie de escritos no tiene por objetivo realizar un desarrollo exhaustivo de las susodichas críticas, pues son bien conocidas. En cambio, trataremos de retomar un antiguo género de exposición que bien puede servir para el tratamiento de esta cuestión: la apología. Como su nombre lo indica, a partir del discurso (muy insignificante, en este caso) trataremos de recuperar al verdadero Frodo, a aquel personaje contenido en la narración literaria original y que el propio Tolkien tenía en mente a la hora de escribir su obra. Las críticas que se le adjudican serán el principio estructurante de estas breves reflexiones, mas no constituyen lo central: son, a lo sumo, el agua sucia que utilizaremos para humedecer la brocha que nos servirá de instrumento para la elaboración de esta pintura arquetipológica.

No buscamos emitir un alegato sin más. Antes bien, ansiamos plasmar un cuadro, elaborar un retrato, trazar la imagen de este hobbit defenestrado y vilipendiado que, sin embargo, ofreció su pequeñez por una causa mayor y logró salvar, de ese modo, a la Tierra Media.

Debilidad ontológica, debilidad poiética y magnanimidad

Muchas veces Frodo ha sido presentado en boca de ciertos sujetos extravagantes como un personaje débil, patético, consumido por la propia incapacidad de salir adelante, alguien que cae muchas veces en la pusilanimidad y que se la pasa pidiendo ayuda a Sam, a Gandalf o a los otros debido a que él mismo no es capaz de superar los obstáculos que se le presentan. Esto no podría estar más lejos de la realidad textual. Frodo no sólo no es un personaje débil sino que, en realidad, es uno de los personajes más fuertes no solo de El Señor de los Anillos sino de todo el corpus del legendarium concebido en su totalidad. 

Ya de por sí, podríamos decir que hay una gran diferencia entre “debilidad ontológica” y “debilidad poiética”. La primera surge de la propia naturaleza, no es algo que pueda elegirse. Los hobbits, en este sentido, son seres frágiles, delicados: no tienen la fuerza de los dúnedain ni los poderes de los istari. Ello no implica, sin embargo, que sean débiles poiéticamente pues este tipo de debilidad nace fundamentalmente de una elección individual.

La debilidad ontológica no implica una debilidad poiética pues media entre ambas el libre albedrío del hombre y la intervención de la Providencia (recordemos que la obra de Tolkien, aún bajo el velo del mito, no presenta desde ningún punto de vista una filosofía determinista). El gran punto de quiebre es ejercido por la virtud de la magnanimidad, la cual implica aceptar la propia insuficiencia y seguir adelante con la misión que se nos ha encomendado más allá de nuestra fragilidad ontológica: “[Frodo] Yo llevaré el Anillo -dijo-, aunque no sé cómo” (Tolkien, 2020a, p. 372).

Frodo, por lo tanto, es débil ontológicamente pero demuestra no serlo poiéticamente pues siempre sobrepone su propio bien individual a algo más grande que sí mismo, lo cual constituye la esencia más íntima del héroe: “The hero is the man of self-achieved submission” [El héroe es el hombre de envío auto-asumido] (Campbell, 2004, p. 15). La debilidad que se le suele adjudicar es, sin embargo, de índole poiética. Así pues, veamos qué acciones realiza Frodo a lo largo de la historia.

El peso de la misión

Frodo tiene una misión emitida por la Providencia. Esto se insinúa ya en el Libro Primero: 

– [Frodo] ¿Por qué vino a mí? ¿Por qué fui elegido?
– Preguntas a las que nadie puede responder -dijo Gandalf-. De lo que puedes estar seguro es de que no fue por ningún mérito que otros no tengan. Ni por poder ni por sabiduría, a lo menos. Pero has sido elegido” (Tolkien, 2020a, p. 88). 

Las decisiones humanas están entrelazadas en un tejido divino que no se alcanza a entender pero que puede ser percibido de a destellos a medida que el cauce de la acción avanza y revela su sentido con el paso del tiempo: “Bilbo no se equivocó al elegir al heredero, aunque no pensó demasiado en la importancia que tendría esa elección” (Tolkien, 2020a, p. 90). Ferro marca, asimismo, el detalle no menor de que “el celibato de Frodo es resultado de un designio providencial, al igual que el de Bilbo, el otro portador del Anillo” (Tolkien, 2022, p. 115). El peso de la carga, la responsabilidad y la vocación providencial son temas que se tocan nuevamente en el Concilio de Elrond: “Creo que esta tarea te corresponde a ti, Frodo, y si tú no sabes cómo llevarla a cabo, ningún otro lo sabrá (…) Pero es una carga pesada. Tan pesada que nadie puede pasársela a otro” (Tolkien, 2020a, p. 372).

Ya de por sí, ningún otro personaje en todo El Señor de los Anillos tienen un peso tan grande como este que Frodo asume. Los únicos dos que se acercan a este nivel de responsabilidad son Gandalf y Aragorn, pero aún ellos actúan como meros colaboradores de la misión de Frodo: “[Elrond] El Portador del Anillo parte ahora en busca del Monte del Destino. Toda responsabilidad recae sobre él (…) Los otros van con él como acompañantes voluntarios, para ayudarlo en esa tarea” (Tolkien, 2020a, p. 385). La fuerza de voluntad de Frodo de aceptar la misión ya marca una firmeza interior en demasía elevada. A lo largo de la narración se nos enfatiza esta gran carga:

Frodo parecía cansado, cansado hasta el agotamiento. (…). Caminaba como si soportara una carga cuyo peso aumentaba sin cesar; y se arrastraba con una lentitud cada vez mayor. (…). Frodo sentía, en efecto, que con cada paso que lo acercaba a las Puertas de Mordor, el Anillo, sujeto a la cadena que llevaba al cuello, se volvía más y más pesado (2020b, p. 316). 

El paralelismo entre Frodo cargando el pesado Anillo y Cristo cargando la pesada Cruz, en ambos casos con el peso adicional del destino del cosmos humano, es transparente (Cfr. Bedell, 2015, p. 18; Ferro, 2022, p.111). Sumado a eso, también elige en el Libro Segundo, por su propia cuenta y en plena soledad, partir hacia Mordor cuando las circunstancias así lo requieren. Frodo es, de hecho, tan noble y fuerte que el propio Tolkien, mientras se encontraba aún en pleno proceso de escritura, declara en una de sus cartas (la número 93 de la edición citada) que no es un personaje tan interesante porque es demasiado “magnánimo” (highminded) a causa de su vocación, y queda luego tan ennoblecido por la misión que la obra, seguramente, habría de terminar con Sam en lugar de con él, que habría de partir al Oeste (Carpenter y Tolkien, 1981, p. 105), pues “ciertas heridas nunca curan del todo” (Tolkien, 2020c, p. 364).

Las caídas

Aun así, Frodo en diversas ocasiones falla y utiliza el Anillo. Esos casos, empero, están siempre provocados por exigencias externas: en el Poney Pisador, es el Anillo quien elige deslizarse en su dedo cuando cae; en el Anduin, es Boromir quien lo fuerza indirectamente a usarlo para escapar. El único momento en el que cae completamente en la tentación propiamente dicha es en el caso del Monte del Destino, y aun allí ya era imposible humanamente resistir. Hay otros momentos en los que siente la tentación pero gracias a Sam logra volver en sí y no sucumbir a ella.

No obstante, esto a muchos lectores parece no importarles: ya por el hecho de que Frodo sienta tentación y haya estado a punto de caer varias veces lo consideran como un ser “débil” que depende de Sam, y punto. Esto es ignorar la fuerza titánica que la voluntad de Frodo está realizando constantemente para, al mismo tiempo, mantenerse en constante movimiento, racionar la justa comida y agua, soportar la carga emocional y psíquica del estrés provocado por la responsabilidad de la misión, liderar a un Sam que confía en él como un maestro, controlar a un Gollum que presenta siempre un constante peligro de traición y, pequeño detalle, soportar el peso de un Anillo maligno siempre creciente que busca de forma constante forcejear su voluntad para que ceda un poco y arruine todo. Simplemente, no hay forma de argumentar que el personaje es débil (en su sentido poiético) ante todos estos datos. Quien crea ello, sencillamente no ha prestado atención en absoluto a lo que se nos narra.

Un personaje fuerte no es aquel que renuncia a su mortalidad sino aquel que, por la prolongación de una entrega sacrificada, logra trascender sus propios límites y tornar en acto las virtualidades que posee dentro de sí a modo de potencia. Los pedidos de ayuda de Frodo no son muestra de su debilidad sino de su mortalidad: es ella la que nos permite empatizar con él y, en consecuencia, constituye la condición indispensable para que este personaje se inserte dentro del molde heroico. 

Un modelo

Joseph Loconte hace una afirmación muy sugerente que nos ha parecido atractiva para cerrar la primera parte de esta serie:

En Frodo debemos vernos a nosotros mismos: nuestras debilidades, nuestras racionalizaciones y nuestra falta de decisión en combatir el mal. Pero también se nos muestra una vida de valor y perseverancia en la lucha continua: resistió hasta el final. La historia de Tolkien nos recuerda que el mal es una fuerza que no descansa en las vidas humanas y que la guerra contra él exige una vigilancia constante (2022, p. 212).

Ver en Frodo nuestra propia naturaleza frágil y caída es tan solo el primer paso. Debemos tener en cuenta que él es el eterno modelo del pecador que, a pesar de caer una y otra vez, vuelve a levantarse con perseverancia y esperanza de dejar todo de sí para llevar el fardo hasta su culminación en pos de un Bien que lo excede y que lo sostiene, aun en la más absoluta oscuridad. Esto no es en absoluto propio de un ser débil sino de uno fuerte, magnánimo, que ha dado todo de sí y que ha conseguido, por ello, la victoria.

Es una figura crística que, sin embargo, no es Cristo. Lo refractado, empero, se unifica; los múltiples colores reflejan una misma verdad fragmentada; Frodo oculta en su debilidad una verdad fundamental que está más allá del mito, latiendo bajo las cicatrices de su parto subcreacional. Y es que lo mismo que acaece en el plano mítico ha de suceder con nosotros en este mundo primario: llevar la carga que nos ha asignado la Providencia con todas nuestras fuerzas y, con la ayuda de su Gracia, que se manifiesta de modos misteriosos, devenir Cristo.

BIBLIOGRAFÍA

  • Bedell, H. (2015). Frodo Baggins: The Modern Parallel to Christ in Literature. Humanities Capstone Projects, 24.
  • Carpenter, H. y Tolkien, C. (Eds.) (1981). The letters of J.R.R.Tolkien. Houghton Mifflin Company.
  • Campbell, J. (2004). The hero with a thousand faces. Princeton University Press.
  • Ferro, J. (2022). Leyendo a Tolkien. Eucatástrofe.
  • Loconte, J. (2022). Un hobbit, un armario y una gran guerra. Eucatástrofe.
  • Tolkien, J.R.R. (2020a). El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo. Minotauro.
  • Tolkien, J.R.R. (2020b). El Señor de los Anillos. Las Dos Torres. Minotauro.
  • Tolkien, J.R.R. (2020c). El Señor de los Anillos. El Retorno del Rey. Minotauro.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio