La amistad es un misterio tan simple, y a la vez tan profundo, que el encontrarla puede verse factible, pero hacer que madure es de una minoría. Es un misterio, porque ¿quién no ha formado tales y con el tiempo ha oscurecido? No es para todos, pero todos pueden buscarla; buscarla no en el sentido de tratar de encontrarla, sino en el hecho de profundizar en la misma y abrazar el sentido que contempla esa unión para volverse una sola alma. Y de eso se trata, en la unión de dos para hacerse uno. Pero lo bueno no es aquello lo que la define, sino aquel recorrido espinoso que al final hace que sea como tal.
La amistad es un tesoro, y como tal vive escondida, pero no perdida. Encontrar un tesoro requiere la inversión de factores que alteran nuestra humanidad (esfuerzo, amor, valentía, sacrificio), pero “no hay amor más grande que aquel que da la vida por un amigo”. Y Sam supo demostrarlo. No lo demostraba porque sabía cómo hacerlo ni por los beneficios que por el mismo acto conseguiría, sino porque su propia humanidad, la pureza de su ser, su propia conciencia e inocencia así lo demandaban.
La amistad, es un signo de entrega y perseverancia, conocer su principio es tan importante como el hecho de no dejar que se consuma frente al primer desconcierto. Frodo ha conocido la fortuna al tener de compañía a un amigo como Sam. Porque a pesar de haber aceptado un compromiso para con él, no era esto lo que en realidad lo unía, sino su amor al prójimo y el valor de su amistad lo que lo espoleaba.
Era tal la entrega de Sam, que sin conocer el rumbo ni el destino que lo esperaba, no titubeó cuando su amigo a la necesidad faltaba. “Llevaré el anillo (responsabilidad), aunque no conozco el camino” dijo Frodo, y no era para Gamgee motivo de abandono, sino la sola decisión de apelar a su conciencia.
La compañía de un amigo no solo contempla la docilidad de acciones en común; no solo trata de la felicidad y acompañamiento cuando todo está hecho, sino de romper con las limitaciones propias, con miedos que abracen un bien mayor. “Hasta aquí; si doy un paso más, estaré más lejos de mi casa de lo que nunca estuve” dijo Sam, temeroso a un destino ignoto. Solo bastó salir de Frodo el recuerdo de un sabio “es muy peligroso atravesar la puerta, pisas el camino, si no controlas a tus pies no hay forma de saber a dónde te llevarán”. No hay dudas de que un amigo es tal cuando la benevolencia de sus palabras hace eco en la mente y suavizan el sendero.
Decía Santo Tomás de Aquino: “Cualquier amigo de verdad quiere para su amigo: que exista y viva; todos los bienes; sea bueno; deleitarse de su presencia; y compartir con él las alegrías y tristezas, viviéndolas con él con un solo corazón”. Y Gamgee en la mayor desolación de Frodo, y pese a la negación de este, arriesgó su vida para cuidar y estar con él, como en un principio se lo había propuesto. Elegir un camino es para todos una posible idealización, pero no todos son capaces de hacerlo realidad. Las vistas a lo lejos de un destino, la peligrosidad y lejanía del camino, y la intranquilidad de sabernos fuertes o débiles, en ocasiones suelen ser motivo de desidia. Sam sabía de la dureza del camino de su amigo, era consciente de la alteración necesaria y los riesgos que este suponía. Y ante una eventual deserción, no fue para Gamgee más que una ocasión para exhortar al desmán: “Tenemos que llegar, ya no sé qué hacer. Pero hay que enfrentarlo”. Y dijo Frodo: “No pensé que tantos reveses pasarían, pero sí, hay que enfrentarlo”.
Enfrentar los peligros no es sinónimo de venganza a un infortunio, ni devolver el mal a aquel que lo provee; es buscar la salida a los malos deseos y mal vivencias que sufren los perdidos. Un amigo no siempre será moldeable a la simpleza de nuestra fuerza, porque la debilidad y la tentación son siempre la ocasión de una caída o desviación. Es por tanto para nosotros obligación, apelar a la razón y devolver a ese amigo a la conciencia. Gamgee no solo no escapó, sino que haciendo frente a aquel desconcierto, bastó decirle “soy yo”. “Ya no quiero seguir” dijo Frodo confundido. Y es ahí que como buen amigo, Sam cayendo en la realidad, lo ayudó: “Es como en los grandes cuentos, estaban llenos de oscuridad y peligro. A veces no queríamos saber el final, ¿¡cómo puede haber un final feliz!?, ¿cómo el mundo volvería a ser como antes cuando han pasado tantas cosas malas? Pero ahora entiendo, que al final, las sombras sólo son transitorias, y aun la oscuridad debe terminar. Vendrá un nuevo día, cuando el sol brille iluminará hasta la claridad”.
En el recorrido que nos lleva a destino, no son los obstáculos del camino, ni aquel que puso las piedras motivo de descontento; se trata de sabernos dichosos al saber que un amigo estuvo afanoso ayudándome a superar barreras. El querer que un amigo viva es un deseo común general; pero el querer que viva bien y en el bien es un acto de un hombre leal. Desear todos los bienes no radica en la posesión de grandes masas, sino en la adquisición de grandes virtudes para la elevación del alma.
Como se ha dicho, la amistad es un tesoro. Es algo bueno, y como es algo bueno Gamgee nos enseña que “vale la pena luchar por ello”, aferrarse a lo bueno. “¿Y nosotros, a qué nos aferramos?” exclamaba Frodo dolido. “A que el bien aún existe, y tenemos que defenderlo”.
La fidelidad de Sam, la de un compañero, debe ser entendida como el refuerzo de un vínculo necesario a nuestro camino, una manera de crecer humana, moral y espiritualmente. Es así como el mayor de los éxitos de un amigo, al final no será el haber cumplido con un destino, sino el saber que la desolación que en momentos lo acompañó, ha sido despuntada gracias a esa unión que un día formó. “Amando al prójimo y cuidando de él, recorres tu camino. Ayuda al que está a tu lado mientras caminas en este mundo, y llegarás a aquel con el que deseas quedarte para siempre”